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Hacia un modelo de desarrollo regional endógeno en la era de la sociedad del riesgo: el impacto del ingreso a la OCDE

Santiago Nuñez CorralesAutor:
Santiago Nuñez Corrales

El ingreso de Costa Rica a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) marca un hito histórico en materia de política pública. Con este acto, el país establece un principio subyacente para recomponer y redireccionar su aparato estatal: que la administración pública y sus acciones, independiente de políticas partidarias del momento, deban estar sustentadas en evidencia y medición de impacto, bajo un esquema de coordinación global de buenas prácticas. Aspirar al desarrollo pleno para cualquier país exige reconocer y aprovechar todas las experiencias posibles pues cada Estado, en el fondo, puede entenderse como un experimento de convivencia humana bajo condiciones ligeramente distintas, sean estas geográficas, históricas, sociológicas o económicas.

Aun cuando las cuestiones humanas tienden a no admitir generalizaciones universales, el identificar patrones de desarrollo exitoso es una avenida más fructífera que depender solamente de perspectivas internas o inclusive regionales. En este artículo exploramos la intersección entre el ingreso a la OCDE y la definición del desarrollo desde varios puntos de vista con énfasis en el desarrollo centroamericano.

El papel del contexto histórico en la definición de desarrollo

Cuando nos referimos a aspiraciones de desarrollo para Costa Rica, el significado usualmente entendido es aquel de desarrollo socioeconómico en función de diversas variables macroeconómicas, tales como el PIB per cápita o el coeficiente de Gini; recientemente, otras medidas como el Global Happiness Index y las emisiones de carbono han tomado relevancia. Sin embargo, el advenimiento de la pandemia global por SARS-CoV-2 (COVID-19) y la erosión de la confianza en el aparato estatal por décadas ameritan extender esta definición de desarrollo. El problema central alrededor de métricas de rendimiento económico reside en su propia definición, tal como discutimos abajo: son medidas cuyo uso para la optimización de lo público construyen una visión poco realista y balanceada en relación a posibilidades futuras y bienestar social. Además, por presiones de mercado, tienden a ser medidas que otorgan una visión de corto plazo, dictadas por la dinámica económica global.

Las economías emergentes y los países en desarrollo sufren además de una sobre-dependencia histórica por parte de organismos internacionales en materia de intervenciones conducentes al desarrollo, cuya visión acerca de necesidades y posibilidades locales ha sido hasta ahora limitada, al enfatizar estas estas métricas en los países donde emiten sus recomendaciones. La pandemia, ha evidenciado el efecto negativo de distintos grados de dependencia científico-tecnológica en organismos supranacionales, particularmente durante momentos de crisis donde el tiempo de reacción para obtener recomendaciones es clave para proteger de forma efectiva la calidad de vida. Para utilizar eficazmente la interacción con la OCDE y evitar que esta resulte en otra dependencia histórica, requerimos aproximarnos a una teoría del desarrollo un tanto distinta en objetivos y perspectivas, que capitalice sobre las condiciones específicas del país, de manera extensible a la región.

Como punto de partida, es indispensable reconocer que Costa Rica, al igual que sus vecinos de la región centroamericana, es una nación cuyo origen está profundamente marcado por el contexto del colonialismo europeo. Este hecho ha sido discutido en distintos grados, siendo el libro “La Pobreza de las Naciones” de José Figueres Ferrer en 1973, un singular ejemplo. En resumen, el proceso de colonización no solo fue inmediatamente violento posterior al contacto en el número de vidas segadas o del saqueo de riquezas, sino que dentro de sus reverberaciones se encuentra una suerte de castración psicológica colectiva referente a las posibilidades de alcanzar ciertos objetivos por sí mismas.

El término bien conocido de “tropicalización” no es más que un reflejo de ese intento perpetuo de copia de buenas prácticas, siempre imperfecto, debido a que las condiciones de acumulación de riqueza y poder de naciones históricamente desarrolladas –muchas de ellas construidas en buena medida a partir de la opresión de otros pueblos– son requeridas para llevarlas a cabo y resultan inaccesibles, asimismo la psicología sociopolítica local parece estar condicionada de antemano a aceptar el fracaso antes de haber tan siquiera iniciado. Es esta sociología del fracaso de la política pública uno de los mayores obstáculos a remover para el desarrollo en general de países emergentes y en desarrollo. El no alineamiento entre la voluntad del desarrollo (que existe) y los recursos materiales o morales para alcanzarlo es una brecha de grandes dimensiones, que merece ser estudiada más a fondo a la luz de lo expuesto en “El Mundo como Voluntad y Representación” de Schopenhauer. Eliminar esta brecha es un objetivo esencial para que el ingreso de países de la región a la OCDE tenga impacto efectivo y duradero.

Precondiciones para construir una nueva teoría del desarrollo

El primer paso que proponemos para una teoría del desarrollo distinta, es el siguiente: establecer como objetivo primordial el construir una cultura de la esperanza en un futuro endógeno de construcción propia, y que aun cuando las naciones que integran la región puedan establecer e inclusive aceptar estándares cuya utilidad haya sido empíricamente evidenciada, la dirección del desarrollo sea establecida en una conversación entre iguales con otras naciones (reconocemos en este punto el pensamiento expuesto por Franz Hinkelammert durante la década de 1990 referente a una reconfiguración de la sociedad en este sentido). En otras palabras, es necesario sostener una dualidad compuesta tanto de un sano escepticismo acerca del rendimiento de políticas de desarrollo, como de una sobreestimación sistemática de los retos y logros que la región puede alcanzar. El segundo objetivo de una teoría del desarrollo, ligado al primero, consiste en crear las condiciones para que esta cultura de la esperanza sustanciada en evidencia pueda permear material y psicológicamente a través del entramado social –especialmente en aquellos segmentos menos favorecidos– para que la psique social sea capaz de soltar amarras históricas, iniciar procesos de reparación y recomposición de identidad psicológica colectiva (asegurándose, eso sí, de apagar cualquier asomo de nacionalismo), y asegurar que este proceso continúe y se normalice en el siguiente relevo generacional.

Una vez establecidos ambos objetivos anteriores, puntualizamos la forma de la teoría del desarrollo que el ingreso a la OCDE debe facilitar. Para esto se adopta la perspectiva del desarrollo como transformación intencional restringida, es decir, transformación guiada por objetivos y al mismo tiempo con ciertos recursos que son limitados, y que generan condiciones de competencia o priorización. Por ende y bajo estas nociones, una teoría del desarrollo puede formularse como una teoría de transformación.

Una nación es una entidad dinámica, compuesta de muchas partes y con distintas escalas espaciales y de tiempo, y por lo tanto la teoría de transformación debe estar estructurada tal que se reconozca la riqueza de cada entidad que la compone. Especificar una teoría de transformación implica identificar cuáles son los factores que pueden modificarse (e.g. políticas fiscales), cuáles son los observables del sistema (e.g. distribución de la riqueza e índices de vulnerabilidad), cuáles son las transformaciones que pueden aplicarse a distintos factores (e.g. cambios redistributivos en carga impositiva, implementación de políticas de evaluación e impacto), y finalmente qué observables deben cambiar al efectuar transformaciones (e.g. disminución de embarazos adolescentes con mayor acceso a educación sexual). Construir una teoría de transformación de esta naturaleza requiere entender esas condiciones de frontera que delimitan globalmente la capacidad de acción de cualquier nación, y específicamente la de un país centroamericano.

Hacia una teoría del desarrollo: una propuesta sistémica

Procedemos a enunciar nuestra teoría dinámica de transformación hacia el desarrollo desde dos perspectivas distintas. La primera es la de sistemas complejos: un sistema es complejo si la interacción entre sus componentes produce resultados que son difíciles de anticipar. En general, los sistemas complejos tienden a ser contra-intuitivos, y siendo un país un ejemplo arquetípico de ellos, el fracaso de políticas que pueden ser intuitivas pero al final resultan simplistas, parece explicarse de esta manera. Esta es una de las fortalezas del enfoque basado en evidencia de la OCDE: remover la dependencia sobre la intuición político-administrativa construida a partir de un pasado más simple y enfocarse en la adquisición ética y análisis de datos provenientes de actos administrativos y de su repetición; estos encuentran su origen en políticas, normas y procedimientos, y por ende podemos interpretarlos como leyes que gobiernan la acción de un país como sistema complejo.

A diferencia de sistemas complejos naturales o mecanismos físicos artificialmente diseñados para distintos propósitos, la dificultad intrínseca de los sistemas sociales complejos reside en que las leyes que dictaminan las interacciones y sus invariantes respectivos cambian de manera dinámica. En lenguaje de sistemas complejos, un país produce comportamiento emergente, y por ende nuevos tipos de eventos y condiciones se manifiestan constantemente. Las políticas y recomendaciones de medición continua de la OCDE para países miembro están plenamente justificadas en ese sentido, pues son una necesidad ante las transformaciones locales de las sociedades y de la dinámica global.

La segunda perspectiva surge como consecuencia de interpretar la evolución de las naciones como resultado de la acción de un sistema complejo que entrelaza recursos materiales con aspiraciones humanas. Para esto utilizamos la construcción de la Sociedad del Riesgo de Ulrich Beck. En resumen, el proceso de sofisticación global, particularmente de sofisticación tecnológica, crea un escenario donde es cada vez más difícil predecir la naturaleza de riesgos emergentes, su frecuencia y su magnitud. Desde el inicio de la modernidad, los elementos asociados al desarrollo de conocimiento y tecnología han generado riesgos e inseguridades. No obstante, a partir de la masificación de distintas tecnologías –con un énfasis en tecnologías de la información– la composición de amenazas e inseguridades resulta en riesgos globales de un mayor impacto creciente, donde acciones que en otro momento hubiesen pasado desapercibidas ahora provocan avalanchas de eventos inesperados. Cada vez más la acción de los comités de la OCDE, en particular del Comité de Política Científico-Tecnológica (CSTP) y sus sub-comités asesores, se enfocan en construir infraestructura técnica, normativa y regulatoria para la detección, el estudio y la mitigación de riesgos de impacto global.

El marco conceptual de sistemas complejos nos otorga de antemano una clasificación de los mecanismos que están detrás de la aparición de estos nuevos tipos de riesgos (este es el propósito de la existencia de organizaciones académicas tales como el New England Complex Systems Institute). Sucintamente, existen cuatro dinámicas entrelazadas que configuran el espacio de riesgos en distintas esferas de la sociedad. Primero, el aumento acelerado en la cantidad y diversidad de las interacciones entre personas, organizaciones y sistemas automatizados (aumento de la complejidad). Segundo, debido a la constante reconfiguración de eventos, sistemas y sus leyes dinámicas, estimar qué ocurrirá a futuro mediante herramientas conocidas es cada vez más difícil (aumento de la volatilidad). Tercero, la capacidad de medir qué ocurre de manera confiable se ve drásticamente disminuida gracias a la velocidad de las comunicaciones, la complejidad de los procesos globales y la dificultad de generar y analizar información que crece exponencialmente (aumento de incertidumbre). Finalmente, la participación de múltiples voces ha producido un panorama de mayor riqueza, pero ante una perspectiva filosófica occidental positivista tendiente al entendimiento de la naturaleza como vehículo de control de irregularidades, esta pluralidad de perspectivas resulta en incapacidad de coordinación y cooperación intrínsecas (aumento de la ambigüedad). Es en este contexto que los espacios de discusión técnica habilitados por la OCDE en ámbitos científico-tecnológicos adquieren un valor fundamental.

Antes de articular finalmente nuestra teoría del desarrollo para Costa Rica y Centroamérica, es indispensable diseccionar el papel del modelo económico presente en presencia de estos cuatro conceptos –i.e. complejidad, volatilidad, incertidumbre y ambigüedad. El mercado global, cuyos inicios pueden trazarse con un buen grado de certeza a la creación de la East India Trading Company, descansa sobre un principio central: la riqueza tiene realidad ontológica, esta debe ser inagotable y siempre creciente en el tiempo, y su posesión es un reflejo del mérito de quien la obtiene. No es de sorprender, por ejemplo, que este principio haya sido un justificante de la corriente colonialista que opera desde el siglo XVII a todo vapor en distintas materializaciones (desde la conquista de pueblos por la fuerza hasta cómo las barreras de entrada a distintos mercados reducen la capacidad exportadora). Una consecuencia con impacto para el presente de cómo operan los mercados hoy es el impacto ambiental de la mecánica extractiva detrás de la generación de riqueza. Y una de las conclusiones más relevantes para la región de los múltiples reportes del IPCC es la desigual distribución de externalidades negativas de la disrupción climática global: los países que menos contribuyen con emisiones de carbono tienden a ser aquellos más propensos a sufrir un alto impacto en el largo plazo, con énfasis en procesos agrarios y marítimo-costeros.

En esencia, la presuposición de riqueza infinita que explica cómo la información, la materia y la energía son movilizadas a lo largo de redes de sistemas económicos en el planeta contradice principios de mecánica estadística de sistemas irreversibles. Para obtener energía útil del sistema, es indispensable gastar energía útil y se obtiene como subproducto entropía inevitablemente. Dicho de otro modo, la riqueza es información que contiene la promesa de satisfacción de acciones futuras, sean estas el incremento de información o movilización de recursos materiales. Más aún, el proceso de competencia entre agentes económicos incrementa drásticamente la entropía generada para extraer energía útil (i.e. más riqueza futura) a costa de la degradación global del medio ambiente. Las discusiones en el seno del CSTP en la OCDE, consecuentemente, se han empezado a enfocar en un mayor entendimiento de cómo la dinámica económica debe aprovechar los descubrimientos científico-tecnológicos para reducir el costo ambiental de la sofisticación material de la sociedad.

A partir de la discusión anterior, procedemos a enunciar la teoría del desarrollo deductivamente construida hasta aquí:

1. Entendemos como desarrollo de Costa Rica y de la región centroamericana el proceso de transformación de los mecanismos de los actores sociopolíticos conducentes a alcanzar los siguientes objetivos:

  • Construir una cultura de esperanza del desarrollo que reemplace las construcciones de psicología social producto del colonialismo histórico, entendida esta como una reestructuración de la memoria colectiva paulatina, inclusiva y sostenible que afirma la existencia y utilidad de capacidades regionales que pueden ser aprovechadas, aumentadas y organizadas de tal manera que se alcance una velocidad de cambio hacia mejores condiciones de vida para las personas.
  • Reificar el concepto de desarrollo como la condición en la cual las personas adquieren robustez en su calidad de vida sin que medien atributos personales intrínsecos en la distribución de oportunidades, y en la cual la sociedad como un todo es capaz de mantener un balance entre resiliencia y flexibilidad adaptativa ante la potencial materialización de riesgos con mayor impacto conforme lo global se extiende y profundiza.
  • Desarrollar un aparato público capaz de anticipar cambios locales y globales pertinentemente, y de reconocer lo útil de la dualidad riesgo/oportunidad generada por los incrementos de complejidad, volatilidad, incertidumbre y ambigüedad.
  • Implementar mecanismos transparentes, diseminados a lo largo de las distintas esferas de la sociedad (gobierno, industria, sociedad civil, organizaciones-no gubernamentales) mediante el establecimiento de organizaciones apolíticas que efectúen procesos de medición ex-ante y ex-post de impacto capaces de medir y correlacionar avances y retrocesos asociados al rendimiento de organizaciones y a la idoneidad de políticas públicas.
  • Alcanzar un estado de bienestar integral que ejemplifique, paulatinamente, cómo el modelo económico puede integrar las condiciones de frontera impuestas por la termodinámica sin que esto implique retrocesos éticos o de capacidades.

2. Consideramos invariantes las siguientes propiedades del desarrollo:

  • La existencia de puntos críticos (i.e. tipping points) en donde la dinámica de las naciones cambia drásticamente en función de la dinámica de las entidades que la componen.
  • La conceptualización de la persona como el núcleo generador de la sociedad y de la protección de sus atributos personales intrínsecos como el generador del bienestar común.
  • La conceptualización del bienestar como una propiedad cambiante que se transforma de manera constante y simultánea con la evolución de la sociedad y su devenir integral.
  • La imposibilidad de construir riqueza sin producir externalidades negativas, sean estas inmediatas o retardadas en el tiempo.
  • La inevitabilidad de condiciones adversas en el tiempo,  y por ende, la degradación continua del bienestar individual y colectivo en ausencia de esfuerzos para interpretarlo, mantenerlo y nutrirlo. Como consecuencia, la profundización y extensión de lo global tampoco puede considerarse como dada a perpetuidad.
  • El valor intrínseco de la experiencia humana, y el deber no contingente de asegurar que ninguna persona sufra dolores innecesarios y previsibles.

3. En materia de transformaciones primarias sobre el sistema, se encuentran al menos las siguientes:

  • Diseño de políticas públicas y mecanismos que maximicen la libertad de acción futura de todas las entidades que componen la sociedad, incluyendo aquellas regulaciones que restringen ciertas actividades en favor de externalidades positivas en el largo plazo.
  • Diseño de políticas públicas y reserva de recursos estatales para construir mecanismos transparentes, distribuidos y multisectoriales de medición de impacto y evaluación mediante fondos para creación de organizaciones no gubernamentales capaces de integrar información accionable que incremente el impacto y la sofisticación de distintos grupos de presión a lo largo del país y de la región.
  • Diseño de políticas públicas que se enfoquen en prospección de oportunidades y anticipación de riesgos desde la escala local hasta lo global, y que como resultado permitan delinear en distintos grados de certeza cursos específicos de acción con plazos y estimaciones de impacto.
  • Diseño e implementación de políticas públicas que expandan el pipeline educativo en tal medida que sea posible incrementar drásticamente la cantidad de personas profesionales con formación en diseño y evaluación cualitativos y cuantitativos de políticas públicas en la región tal que sea viable integrar el conocimiento científico y tecnológico generado endógenamente en la mejora de la calidad de vida dentro de la redefinición del desarrollo expuesta anteriormente.

Conclusión: ciencia, tecnología y el CSTP

Ante la magnitud del reto propuesto, ¿cuál es el punto de inicio capaz de viabilidad esta visión arquitectónica? De la narrativa que hemos construido, resulta claro el impacto de una visión científica –particularmente empírica– de la política pública           en la contemporaneidad. Adicionalmente, dados los recursos de cada país en Centroamérica, el integrar capacidades científicas regionales mediante distintos organismos nuevos y existentes (e.g. el Sistema de Integración Centroamericana) y colocarlas al servicio de una visión nueva del desarrollo es prioritario. Generar economías de escala en lo científico e integrarlas a procesos de decisión pública con un redireccionamiento apropiado puede permitir crear condiciones en el mediano plazo capaces de catapultar a la región a un modelo distinto –y potencialmente más sostenible si se alcanzan las condiciones establecidas con anterioridad– de desarrollo internacional. Lograr esto requiere formar nuevos tipos de liderazgo en lo político y lo administrativo, así como construir un cuerpo de diplomacia científica.

Se requiere entonces un modelo no de las particularidades del desarrollo de países miembro dentro de OCDE, sino de los tipos y mecanismos de razonamiento que han mostrado una mayor posibilidad de avance sin generar dependencias futuras. El CSTP como órgano experto en análisis y evaluación de políticas públicas con interacción directa con investigación y desarrollo puede proveer respuestas a un número importante de preguntas que surgen en la conceptualización del desarrollo como la administración de las externalidades producto de la sofisticación de la sociedad. En ese sentido, generar estrategias que cada vez más integren al país y a la región con el accionar de este órgano técnico-político permite adquirir rápidamente experiencias y metodologías cuyo valor práctico ha sido demostrado.

Deseamos un modelo de desarrollo capaz de catapultar la calidad de vida de las personas en la región Centroamericana, y Costa Rica ha tomado un paso formal histórico mediante la accesión a OCDE. Sin embargo, materializar los beneficios de tomar este paso requiere una transformación cultural sostenida para consolidar una cultura de la esperanza en el desarrollo endógeno mientras se materializan los instrumentos de un sano empiricismo en políticas públicas. Y, una vez establecida esta dualidad, es clave apuntarle a un objetivo que nos convierta en referentes con legitimidad: convertirnos en una región que anticipa riesgos y oportunidades globales con cada vez mayor facilidad, con el fin de ejemplificar cómo la sofisticación tecnológica puede ser administrada para construir simultáneamente bienestar, justicia social y conservación ambiental como nuevas formas de riqueza en el siglo XXI.

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